El paradigma –o quizá podría decirse
el mito– de los vinos transparentes tiene su origen, sin duda, en el ámbito de
los vinos tradicionales de uva. Esta fruta produce un jugo relativamente limpio
y por tanto se espera que el vino elaborado a partir de ella sea también
limpio. Pero ¿debe esperarse lo mismo de los vinos de otras frutas? Jugos como
el de naranja son naturalmente turbios, por lo que no es entonces descabellado
esperar que un vino de naranja sea turbio.
En la actualidad, algunas voces del mundo del
vino tradicional promueven la idea de los vinos no clarificados. Es el caso del
sommelier Sebastián Riquelme, quien en entrevista para el portal
Biobiochile.cl explica:
«No tienen (se refiere a los vinos no
clarificados) mayores diferencias de sabor, textura y aroma que un vino
clarificado. El vino no clarificado se presenta de manera natural y es casi
imposible que alguien se dé cuenta al probarlo que no pasó por ese proceso».
«La
mayoría de los vinos se clarifica para tener mejor aspecto. No es una buena
propaganda descorchar un vino tinto que quede con algunos restos en la parte
inferior. Es más fácil vender un vino que luce nítido que uno con sedimentos.
La clarificación no tiene mayor fin que uno estético».
El mosto de uva es un líquido que puede ser
considerado con una turbidez relativamente baja, sobre todo si se considera
siempre la misma cepa de referencia. Pero en el caso de los vinos de frutas la
turbidez del mosto, obviamente, estará en función de la fruta que sea utilizada
para producir el mosto. Existen frutas con un contenido de gomas y pectinas
(como el níspero y la guayaba) tan alto que resultan poco dadas a la
clarificación, lo que hace pensar si realmente se justifica tanto esfuerzo y
recursos para obtener de ellas un vino transparente.
Si el fabricante de vinos de frutas opta por la propuesta de los vinos no clarificados u opalescentes le será ventajosos mercadearlos como productos novedosos, presentado su característica de turbiedad como una ventaja competitiva ante los vinos clarificados. En tal sentido, puede resultar una estrategia adecuada resaltar, por ejemplo en la contraetiqueta, las bondades de un vino de este tipo. Por supuesto, nadar a contracorriente siempre requerirá de un mayor esfuerzo y creatividad.
En conclusión, romper el paradigma de los
vinos transparentes y brillantes no es nada fácil, pero si el lector ‘siente un
mínimo de curiosidad por esta propuesta, la tarea habrá sido realizada.
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