En estas lides de promocionar los vinos alternativos (los verdaderos) resulta frecuente que me pregunten ¿Cuál considero que es el mejor vino de frutas? Ante esta interrogante me guardo siempre de dar mi opinión solo desde el punto de vista técnico, ya que, como dice el refrán «Entre gustos y colores nada han escrito los autores». Siguiendo esta línea, me atrevo a decir que existe una tríada de vinos de frutas que, según mi criterio, son los mejores. Estos son: el vino de tamarindo, el de merey o anacardo y el de mora. Voy con el de tamarindo, en entregas posteriores hablaré de los otros.
El vino de tamarindo es una bebida exótica y única que ofrece una experiencia de sabor y aroma diferente a otros vinos de frutas. En cuanto a sus cualidades, estamos hablando de un vino que, bien elaborado, resulta fresco y delicado. Debido a su alto contenido en ácido tartárico y bajo en cítrico, resulta al paladar muy similar al vino tradicional de uvas. Tanto es así que algunos expertos han llegado a compararlo con un petit Chablis (vino blanco seco de la región de Chablis, Francia, elaborado a partir de la uva Chardonay. Es un vino menos complejo que el Chablis DOC, pero igualmente disfrutable).
Técnicamente hablando, es un vino que requiere para su elaboración un tratamiento muy especial, ya que el fruto del tamarindo no cumple con dos de las cuatro características necesarias para ofrecer un vino de frutas de alta calidad, como son la alta jugosidad y gran aromaticidad, de ahí que posea uno de los valores más elevados de Índice de Factibilidad Enológica que existen (ver más sobre el IFE). No obstante, la gran dilución que se debe realizar para reducir la acidez permite obtener un vino de aroma sutil y delicado, sabor bien equilibrado y un alto rendimiento económico.